Erwin Rommel: Oficial y Caballero
No se puede hablar de personalidades de la Segunda Guerra Mundial sin escribir, muy grande, su nombre: Rommel. Incluso sin ser aficionados a la historia, a muchos de ustedes les resultará familiar ese apellido. Y a muchos más les resultará conocido su apodo, el Zorro del desierto (Wüstenfuchs). Su nombre y alias han pasado a la historia como uno de los mejores generales de todos los tiempos, y uno de los símbolos de la maquinaria de guerra alemana durante la II Guerra Mundial. Uno de sus rasgos más destacados, es que fue considerado por todos sus amigos y enemigos como el último de los caballeros y hasta la actualidad no ha sido nunca implicado en los crímenes de guerra de la Segunda Guerra Mundial. Se le considera uno de los legendarios héroes nacionales de Alemania.
Su nombre completo era Erwin Johannes Eugen Rommel, y nació en el pequeño pueblo de Heidenheim and der Brentz, Würtemberg, un 15 de Noviembre de 1891. Fue uno de los cuatro hijos de Erwin y de Helene, miembros de una respetable y conocida familia de origen burgués. En 1898, Erwin Rommel padre es nombrado director del Realgymnasium de Aalen, un prestigioso centro de educación. El joven Erwin empezó a asistir a dicho colegio como alumno, donde hicieron parición síntomas propios de un superdotado: se aburría en las clases, no tenía interés por las asignaturas impartidas y, no obstante, aprobaba sin ningún esfuerzo. Era muy introvertido y se mantenía a una recelosa distancia de sus demás compañeros.
Ya de adolescente, desaparece su mansedumbre infantil, reemplazada por un estallido continuo de energía que le caracterizaría durante todo el resto de su vida. Practicó esquí y era aficionado a las bicicletas. Una vez conseguida la graduación, consideró la idea de estudiar ingeniería, pero ante la oposición paterna se alistó en el ejército. Presentó solicitudes en regimientos de artillería e ingenieros, para encontrarse con que no había plazas disponibles. El 19 de julio de 1910 se incorporó al 124º regimiento de infantería “König Wilhelm I” (también conocido como 6º de Wurttemberg) con el rango de cadete. Tras servir el tiempo obligatorio como soldado, Rommel es ascendido a cabo en octubre y a sargento en diciembre.
En marzo de 1911 ingresa a la Kriegsschule (academia militar) de Danzig. Allí conoció a Lucie Marie Mollin, hija de un adinerado terrateniente prusiano, de la que se enamora locamente y con la que inicia una relación. Cuando Rommel regresó a su regimiento tras graduarse en el mes de enero de 1912 se mantuvieron en contacto escribiéndose prácticamente a diario, costumbre que mantendría durante toda su vida en los periodos de desaparición. En 1913, Erwin Rommel padre fallece de forma inesperada. Su madre siguió viviendo en la casa familiar hasta su muerte en 1940.
En 1916, durante un largo permiso en la Primera Guerra Mundial, Erwin contrae matrimonio con Lucie Marie, pese a la oposición de la familia de la joven; en 1928 nacería el único hijo del matrimonio, Mannfred Rommel, que con los años llegaría a ser secretario de estado y alcalde de Stuttgart.
La participación de Rommel en la I Guerra Mundial puede considerarse exitosa, ya querecibe la Cruz de Hierro de Primera Clase en Enero de 1915 en Argonne. En Agosto de 1917 fue transferido al frente del Oeste y participó, entre otras acciones en los asaltos de Mone Cosna, en Rumanía y Caporetto, en Italia.
Ésa última acción, donde su estrategia le permitió capturar a 147 oficiales, 9.000 hombres y 81 cañones de distinto calibre, con apenas bajas propias y con una fuerza que apenas sumaban seis compañías, le supuso la más alta condecoración prusiana, la codiciada Pour le Mérite, y su ascenso a Capitán. En 1919 es finalmente trasladado a Friedrichshafen para comandar una compañía de seguridad interior, y tras ejercer como capitán hasta 1929, se le destina como instructor de infantería en una escuela en Dresde. De su participación en la primera guerra Mundial nos dejaría una de sus más celebres frases, a raíz de un encontronazo con cinco soldados franceses: “En combate cercano, la victoria es del que tiene una bala más en el cargador.” Trabajó como oficial instructor hasta que a principios de 1933 fue ascendido a comandante y puesto al mando del 3er batallón del 17º regimiento de infantería de montaña. El 15 de octubre de 1935, en plena política de rearme alemán, Rommel recibe el puesto de teniente coronel y es trasladado en calidad de instructor a la academia de guerra de Potsdam.
Fue en el año 1937 cuando Rommel escribe sus memorias y las une a los apuntes de sus batallas discutidas en sus instrucciones. También es en este año cuando publica el único libro que escribió en vida: Infanterie Greift An (La infantería ataca). Fue tal el éxito de esta obra castrense que en muy poco tiempo se repitieron las ediciones, se tradujo a varios idiomas y se convirtió en manual de lectura obligatoria en varias academias militares a lo largo y ancho del globo. El 9 de noviembre de 1938 recibió el cargo de director de la academia de guerra de Wiener Neustadt. Sin embargo, Hitler le seleccionó poco después para dirigir al Führerbegleitbataillon, su batallón de guardia personal. El 23 de agosto de 1939, Rommel es ascendido a general y es destinado al C.G. del Führer como jefe de seguridad.
Su participación en la Segunda Guerra Mundial
Pese a sus éxitos en la Primera Guerra Mundial, fue en la Segunda donde Erwin Rommel se forjaría su leyenda inmortal. Durante la invasión de Polonia, su cargo como jefe de seguridad del Fúhrer, le hizo tener una escasa intervención en la campaña, pero le dejó mucho tiempo para convivir con Hitler. Durante ese tiempo comprobó los rasgos que consideraba más positivos del carácter del Führer: seguridad en sí mismo, dotes de mando, gran capacidad de gestión y un acertado instinto. Destinado en breves ocasiones al frente de la corta campaña, a su final quedó de nuevo agregado al estado mayor de Hitler. En aquel tiempo, Adolf profesaba una gran simpatía al dinámico general que tan poco se parecía a los oficiales de ascendencia noble que tanto abundaban en el Estado Mayor General y a los que cada día despreciaba más. En una ocasión, durante una conversación casual le preguntó qué era lo que más le gustaría. Rommel tenía la respuesta más que pensada: “Quiero el mando de una división blindada.”
El 15 de febrero de 1940, sólo tres meses antes de la invasión de Francia y los Países Bajos, Hitler le concedió a Rommel el mando de la 7ª División Panzer, en Godesberg, reemplazando al hasta entonces general Georg Stumme. Inmediatamente puso manos a la obra y pasó los meses siguientes entrenando intensivamente con su nueva unidad, conociendo a sus oficiales y preparando a todos para el tipo de guerra que tenía intención de ejecutar. La 7ª División Panzer llegaría a ser conocida como la Gespenster-Division (la División Fantasma), debido a la capacidad de maniobra y velocidad que constantemente lograba, hasta el punto de que incluso el Alto Mando Alemán perdió en algunas ocasiones la pista de dónde se encontraba.
Durante su estancia en la División mostró sus cualidades como comandante de blindados, repeliendo de forma magistral un contraataque del ejército inglés en Arras y provocando un auténtico caos en las comunicaciones, suministros y las columnas de refuerzos aliadas atacando posiciones y líneas de comunicación en lugares que los aliados consideraban seguros y a muchos kilómetros del frente de guerra. El 10 de Junio, la División Fantasma alcanza el Canal de la Mancha y captura el estratégico puerto de Cherburgo en un golpe de mano que valió a Rommel el puesto de comandante de la Quinta División Ligera y de la 15ª División Panzer, enviadas a Libia a principios de 1941, y que formarían el famoso Afrika Korps, al frente del cual Rommel alcanzó su famoso sobrenombre
Durante gran parte de 1941, Rommel se dedicó a la reorganización de las desmoralizadas tropas italianas, que habían sufrido una serie de estrepitosas derrotas a manos de la Commonwealth británica. Sin embargo, lanzó un ataque que empujó a los aliados fuera de Libia, pero que no consiguió penetrar en Egipto y, sobre todo, dejó tras sus líneas el importante puerto de Tobruk que, aunque cercado por tierra por las tropas del Eje, resistía bajo las órdenes del australiano Leslie Morshead. No obstante, las operaciones aliadas Brevity y Battleaxe, organizadas por Archibald Wavell para levantar el cerco de Tobruk, fracasaron.
Tras el fracaso de Battleaxe, Wavell fue relevado por Claude Auchinleck, quien dispuso la Operación Crusader, ofensiva que permitió a los aliados reconquistar la Cirenaica. La respuesta de Rommel fue una Blitzkrieg (guerra relámpago) que flanqueó a los británicos en Gazala, reduciendo al grueso de las tropas en Bir Hakeim y que obligó a los británicos a retirarse, siendo ascendido a Mariscal de Campo. El 21 de junio de 1942, Tobruk, último obstáculo del Afica Korps, se rinde junto con sus 33.000 defensores. La ofensiva de Rommel fue finalmente detenida en la Primera Batalla de El Alamein, a sólo 100 km de Alejandría, debido a una combinación de factores que dispuso la batalla a favor de los Aliados. A pesar de ello, hizo falta una nueva gran ofensiva, que supuso la Segunda Batalla de El Alamein, para derrotar a las fuerzas del Eje y obligarlas a retirarse. Durante el resto de la campaña, la aparición de Ultra, una máquina que permitió descifrar las comunicaciones alemanas, fue determinante.
La retirada de El Alamein supuso la primera desautorización por parte de Hitler hacia Rommel: el Führer revocó la orden de retirada y ordenó al ejército alemán resistir hasta el último hombre en sus posiciones. A regañadientes, el Zorro del Desierto acató la orden y suspendió la retirada, aunque un día más tarde decidió insubordinarse y volvió a ordenar la retirada. Aunque Rommel nunca sufrió sanciones por ello, jamás volvería a confiar en el Führer.
Tras la derrota en El Alamein, las fuerzas de Rommel plantearon una estrategia de guerrilla y emboscada contra sus perseguidores y no volvieron a plantear una batalla campal hasta su llegada a Túnez, donde tuvieron que combatiral 2º Cuerpo Estadounidense, llegado durante la Operación Torch. Pese al duro revés inflingido a los americanos en Kasserine, las batallas contra el Octavo Ejército Británico en la antigua Línea Mareth significaron el final de la campaña para Erwin Rommel.
El 6 de marzo de 1943, tras librar una última batalla, Rommel fue evacuado. Cinco días después fue condecorado su Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes. Sus hombres se convertirían en prisioneros de guerra pocos meses después, bajo el mando de su sucesor, General von Armin. Tras su evacuación de Túnez, Rommel pasó un tiempo oculto en una villa solariega en Alemania, tras su infructuoso intento de persuadir a Hitler de la desesperada situación del Afrika Korps; su estancia en Alemania fue mantenida bajo secreto de Estado, ya que la propaganda oficial seguía hablando de él como si estuviese aún en el frente de África, para mantener la moral álgida.
Ante el creciente riesgo de invasión aliada del oeste de Europa, Hitler nombró a Rommel comandante del Grupo de Ejércitos B, responsable de defender la costa francesa. Sabiendo que disponía de pocos meses para prepararse, Rommel hizo lo posible por incrementar el ritmo de fortificación de la costa atlántica. Bajo su mando, el ritmo de trabajo se aceleró significativamente, se colocaron millones de minas y miles de trampas anti-tanque, así como obstáculos en las playas y los campos susceptibles de sufrir los desembarcos y avances aliados. Una de las máximas más reconocidas de Rommel, era que las minas eran las mejores de sus tropas: una mina bien colocada era más valiosa que tres soldados de infantería.
Pedía que los tanques deberían estar dispersos en pequeñas unidades y deberían mantenerse en posiciones bien fortificadas, situadas tan cerca del frente como fuese posible, de modo que no tuvieran que moverse demasiado y no se apelotonasen cuando comenzara la invasión, a fin de que la invasión fuera detenida en las playas. Sin embargo, su comandante Gerd von Rundstedt decidió que no era posible detener la invasión cerca de las playas debido a la enorme potencia de fuego de la flota aliada y pensó que los tanques deberían estar formados en grandes escuadrones tierra adentro, cerca de París, para contraatacar a los aliados cuando penetraran en territorio francés. Cuando se pidió a Hitler que eligiese un plan, no pudo decantarse por ningún plan y situó los tanques en un punto intermedio, demasiado cerca para von Rundstedt, pero demasiado lejos de Rommel para serle útiles.
Durante el Día D, bastantes tanques alemanes, sobre todo de la 12ª División Panzer SS, estuvieron cerca de las playas y crearon bastante caos en las tropas aliadas, pero la negativa de Hitler a liberar las reservas Panzer, pese a la aplastante superioridad numérica Aliada, sepultó los éxitos conseguidos y dejó a las playas en manos Aliadas.
Señales de Conspiración
Se ha hablado mucho acerca del papel que jugó Rommel en el el complot del 20 de julio de 1944 contra Adolf Hitler. Durante años, se ha debatido su importancia y su conocimiento de los hechos, y no se ha llegado a un punto claro. Sin embargo, sabemos fragmentos de lo que ocurrió en aquellos días:
Tras el desembarco de Normandía, Rommel ejercía su cargo visitando un cuartel general tras otro a fin de coordinar directamente las acciones de cada jefe. El 17 de julio de 1944 visitó por la mañana los cuarteles generales de las divisiones de infantería 276ª y 277ª. Al mediodía se reunió con Sepp Dietrich en el cuartel general del 2º Cuerpo de ejército blindado de las SS y hacia las cuatro de la tarde se encaminó de vuelta a su propio cuartel general. A pesar de evitar las carreteras principales su coche fue ametrallado por una pareja de Spitfires de la RAF ; una de las ráfagas hirió a su conductor, hizo que el automóvil se estrellara fuera de la carretera, quedando boca abajo en un canal de riego cercano. Rommel salió despedido del vehículo y quedó tendido en el centro de la carretera, inconsciente con graves heridas. Los sucesivos doctores que le fueron atendiendo se mostraban muy pesimistas en cuanto a sus expectativas de supervivencia. La mayor parte del tiempo estaba inconsciente. Se despertaba de forma esporádica, pero era incapaz de moverse y apenas lograba articular palabras
Por tanto, cuando tres días después el coronel von Stauffenberg atentaba contra Hitler mediante un artefacto explosivo, Rommel se debatía entre la vida y la muerte en una sala de operaciones. Fue el Dr. Esch, uno de los mejores neurocirujanos de Alemania quien intentó reconstruir su destrozada cabeza, con sorprendente éxito: Rommel se quedó con el ojo izquierdo totalmente cerrado, completamente sordo del oído izquierdo y con terribles jaquecas transitorias, pero vivo.
Dos días antes de este accidente, Rommel había entregado al sustituto de von Rundstedt una versión ampliada y actualizada de su informe anterior, pidiendo que fuera remitido de inmediato al Führer. En dicho informe llegaba a las mismas conclusiones que en el anterior: la guerra en el Oeste no podía ganarse militarmente de ninguna forma, y sugería que se llegase a un cese inmediato de las hostilidades con los Aliados a fin de poder concentrarse en el frente oriental, quizá incluso sugiriendo una alianza conjunta contra la URSS. Von Kluge envió este informe días después del accidente, aumentando los rumores contra Rommel. Sin embargo, es evidente que las dos piezas claves del complot, Carl Friedrich Goerdler y el Generaloberst Ludwig Beck, habían puesto sus ojos en Rommel para que les apoyara. Necesitaban desesperadamente una figura mediática que pudiera contrarrestar ante al pueblo alemán la sombra de cualquiera de los lugartenientes de Hitler que intentara ocupar su lugar, y también les hacía falta un militar de prestigio y alto rango que pudiera unir bajo su mando al ejército, enfrentándose a las SS si fuera necesario y no había nadie que cumpliera esos requisitos mejor que Erwin Rommel, que se había convertido en el personaje más popular en Alemania después del propio Hitler.
Los conspiradores tenían dos importantes contactos con Rommel: uno era Karl Strolin, alcalde permanente de Stuttgart y antiguo amigo y camarada de armas de Rommel y el Generalleutnant Hans Speidel, jefe de estado mayor de Rommel en Francia. Tanto Strolin como Speidel, afirmaron que los conspiradores tenían reservado el papel de presidente en funciones para Rommel, y que el Mariscal de Campo no tenía conocimiento de qué papel se le reservaba en el complot.
Sin embargo, las diversas fuentes mantienen diferentes versiones en cuanto a las intenciones de Rommel y qué curso de acción apoyaba. Strolin afirmaba que Rommel desconocía la intención de asesinar al Führer mientras Speidel contaba que Rommel sabía que se pretendía matar a Hitler y que se mostraba contrario para poder juzgarle. La esposa de Rommel, Lucie, afirmó en varias ocasiones que su desaprobaba terminantemente el intento de asesinato y estaba a favor de capturar y deponer a Hitler para que fuera sometido a juicio. El almirante Friedrich Ruge, sin embargo, dijo que tenía fuentes que le habían comunicado que Rommel estaba en contra de asesinar a Hitler para evitar convertirlo en un mártir.
Tras el atentado, los interrogatorios y detenciones implicaron de forma ambigua a Rommel, sin embargo nunca se encontró nunca prueba de que estuviera implicado en el atentado, tal y como afirmaron los propios conspiradores.
Rommel pasó la convalecencia del accidente en su casa, con su hijo y su esposa, un ordenanza y el capitán Aldinger y un ordenanza, así como un servicio de centinela durante los primeros días, inexplicablemente retirado por una orden de altas instancias; Erwin aseguraba que hacía ya meses que sus enemigos en el Alto Estado Mayor confabulaban en su contra, pero fue con la detención de Speidel por la Gestado que Rommel empezó a pasear con la pistola de servicio en el bolsillo. En una ocasión, durante uno de sus paseos diarios, hizo notar a su hijo Mannfred que hacía días que estaban bajo vigilancia. Conocidos de los Rommel les informaron en varias ocasiones de la presencia de desconocidos rondando su casa y haciendo preguntas incómodas entre los vecinos. El 7 de octubre se le ordena a Rommel que acuda el día 10 a Berlín para una entrevista, aunque Rommel se niega alegando seguir consejos médicos, aunque confesó a su hijo temer que no llegaría con vida a Berlín si iniciaba el viaje.
El 13 de Octubre el Cuartel General Central pone en conocimiento de Rommel que el día 14 recibirá la visita de los generales Wilhelm Burgdorf y Ernst Maisel, del estado mayor general. Nadie sabe qué dijeron en realidad los dos generales mientras conversaban a solas con Rommel, pero cuando ambos generales salieron de la casa, Rommel se dirigió a la habitación de su esposa, donde conversó con ella durante unos momentos. Lucie Rommel declaró que las palabras de su marido fueron: “Vengo a despedirme. Dentro de un cuarto de hora estaré muerto. Sospechan que tomé parte en el intento de asesinar a Hitler. Al parecer, mi nombre estaba en una lista hecha por Goerdeler en la que se me consideraba futuro presidente del Reich… Jamás he visto a Goerdeler… Ellos dicen que von Stülpnagel, Speidel y von Hofacker me han denunciado. Es el mismo método que emplean siempre. Les he contestado que es mentira, pero aún así el Führer me da a elegir entre el veneno o ser juzgado por el tribunal popular.”
Esas palabras fueron confirmadas por Aldinger y por su hijo, quienes declaran que también les contó lo mismo, ya que según Burgdof y Maisel el teléfono estaba cortado para evitar que pidieran ayuda a unidades militares y las calles estaban cortadas por patrullas de las SS, amenazándole con tomar represalias contra su familia y su Estado Mayor si no se suicidaba, ocultando que era un suicidio ordenado so pena de ejecutar por traición a su familia y amigos si desvelaban el secreto. Tras esto, subió al coche donde le esperaban Burgdorf y Maisel. Según declararon posteriormente tanto Maisel como el chófer del vehículo, se dirigieron por la carretera en dirección a Ulm durante unos minutos. Luego Burgdorf les ordenó parar en el arcén y salir ambos a caminar por la carretera, alejándose del coche, mientras él se quedaba dentro con el mariscal. Al cabo de unos minutos Burgdorf salió también y les llamó. Al acercarse, declararon haber visto a Rommel encorvado y tendido en el asiento trasero, con la gorra y el bastón de mariscal en el suelo del vehículo, agonizando. Media hora después, Aldinger recibía la noticia de que Rommel había sufrido un derrame cerebral fatal. Llevado el cadáver al hospital de Ulm, se prohibió realizarle la autopsia.Tras el velatorio, el cadáver fue incinerado y las cenizas enterradas en Herrlingen tras un funeral de estado el 18 de octubre y la declaración de un día de luto nacional, en el que llegaron notas de pésame de toda Alemania; incluso Himmler hizo llegar a la viuda de Rommel una nota en la que declaraba conocer los detalles de la muerte de su marido y afirmaba estar totalmente horrorizado por lo ocurrido, añadiendo que nunca se habría prestado a algo semejante.
Burgdorf murió durante la caída de Berlin. Maisel, sin embargo, sobrevivió a la guerra, sufrió el correspondiente juicio de desnazificación y quedó en libertad en 1949. Durante el juicio declaró la realidad de la muerte de Rommel, confirmada entonces públicamente por su viuda, su hijo y Aldinger, que causó un gran revuelo en la opinión pública y una gran furia entre los veteranos que habían servido con Rommel.
El carácter de Rommel era, según su familia y amigos calmado, respetuoso, realista, y poco dado a los grandes aspavientos. Pecaba de tacaño, era aficionado a la mecánica, a las motocicletas, al campo, al montañismo, al remo, al esquí… Se decía que él que no tenía más interés en su vida que su profesión y su familia, y según nos dice la historia, tenía un marcado sentido del humor y solía bromear con los soldados al mezclarse con la tropa básica.
Schmidt, ayudante de Rommel y autor de “Con Rommel en el desierto”, siempre defendió que el Zorro del Desierto era un hombre que inspiraba confianza, seguridad y lealtad en sus subordinados, y que sus oficiales le tenían tal respeto que jamás ponían en duda el genio estratégico de Rommel. Se le tenía por un jefe exigente y rígido, pero responsable y cercano, actitud que le granjeó el cariño de la tropa que estuvo bajo sus órdenes. Su origen burgués y su incomprensión de las costumbres de los oficiales del Estado Mayor de origen noble le acabó ganando su enemistad.
Fue uno de los generales que mejor entendió y asumió el concepto de Blitzkrieg, o guerra relámpago, ya que el asalto por sorpresa y la rapidez de decisión requeridos por una guerra ofensiva, eran la base de su estrategia. Basta ver sus acciones de guerra en la Primera Guerra Mundial para darse cuenta de que durante las campañas de la Segunda no hizo más que repetir los mismos conceptos que en la Primera, con mejor material y mayores efectivos: en cierto modo, Rommel fue un adelantado a sus tiempos.
A nivel táctico más que estratégico era un líder sin igual, dotado de lo que los alemanes llamaron Fingerspitzengefühl: una intuición táctica, la capacidad de escuchar al terreno, de leerlo, tanto a simple vista como mediante un mapa, anticipándose a los planes del adversario Circulan multitud de anécdotas sobre esa capacidad casi sobrenatural, relatadas por parte de veteranos que coincidieron con él. Según el capitán Hartmann, camarada de Rommel en el frente italiano en su división se decía que “el frente está donde esté Rommel”.
Se le consideraba de trato humilde y directo. Detallaba todos sus planes de forma metódica y concisa, trasmitiéndolos de forma didáctica. Tenía tendencia a tomar directamente el control de las operaciones cuando lo creía necesario; siendo ya mariscal de campo, todavía no era raro verle al mando de un batallón liderando un avance. Esa actitud mejoraba su relación con la tropa, que admiraba su ejemplo pero fue visto varias veces como una intromisión por parte de oficiales temporalmente desplazados.
A pesar de esa humildad, Rommel se hizo conocido tanto por sus propias tropas como por sus enemigos. Lo extraordinario de sus logros, unido a su sentido del honor, llevó al mariscal Sir Claude Auchinleck a emitir, en 1941, una orden en la que exhortaba a todos los oficiales del cuerpo expedicionario británico en Oriente Medio a no referirse nunca a Rommel para evitar que aumentara su fama. Llegó a ser tan admirado que en su traslado a Francia muchos admiradores, incluso entre la población civil, le pedían autógrafos y fotos dedicadas, y gustaban de saludarle o poder estrechar su mano.
Durante toda su vida fue defensor del concepto de que los militares no debían inmiscuirse en política, y de hecho no tuvo contacto con el partido nazi en toda su carrera, aunque fue requerido en varias ocasiones a que se diera de alta en el mismo. Nos dice su esposa que sólo en una ocasión recuerda haber oído a su marido hablar de los nazis antes de 1939, y fue para decir que “parecen una banda de matones callejeros. Es una lástima que Hitler tenga que verse asociado con ellos”; y es que como ya dijmos anteriormente, Rommel admiraba a Hitler por sus cualidades como líder hasta que los sucesos que provocaron el derrumbe del Afrika Korps en 1942 causó que criticara su falta de visión estratégica, hasta que a finales de 1943 de disolvió, por completo, la imagen que había creado del líder alemán.
Su nombre completo era Erwin Johannes Eugen Rommel, y nació en el pequeño pueblo de Heidenheim and der Brentz, Würtemberg, un 15 de Noviembre de 1891. Fue uno de los cuatro hijos de Erwin y de Helene, miembros de una respetable y conocida familia de origen burgués. En 1898, Erwin Rommel padre es nombrado director del Realgymnasium de Aalen, un prestigioso centro de educación. El joven Erwin empezó a asistir a dicho colegio como alumno, donde hicieron parición síntomas propios de un superdotado: se aburría en las clases, no tenía interés por las asignaturas impartidas y, no obstante, aprobaba sin ningún esfuerzo. Era muy introvertido y se mantenía a una recelosa distancia de sus demás compañeros.
Ya de adolescente, desaparece su mansedumbre infantil, reemplazada por un estallido continuo de energía que le caracterizaría durante todo el resto de su vida. Practicó esquí y era aficionado a las bicicletas. Una vez conseguida la graduación, consideró la idea de estudiar ingeniería, pero ante la oposición paterna se alistó en el ejército. Presentó solicitudes en regimientos de artillería e ingenieros, para encontrarse con que no había plazas disponibles. El 19 de julio de 1910 se incorporó al 124º regimiento de infantería “König Wilhelm I” (también conocido como 6º de Wurttemberg) con el rango de cadete. Tras servir el tiempo obligatorio como soldado, Rommel es ascendido a cabo en octubre y a sargento en diciembre.
En marzo de 1911 ingresa a la Kriegsschule (academia militar) de Danzig. Allí conoció a Lucie Marie Mollin, hija de un adinerado terrateniente prusiano, de la que se enamora locamente y con la que inicia una relación. Cuando Rommel regresó a su regimiento tras graduarse en el mes de enero de 1912 se mantuvieron en contacto escribiéndose prácticamente a diario, costumbre que mantendría durante toda su vida en los periodos de desaparición. En 1913, Erwin Rommel padre fallece de forma inesperada. Su madre siguió viviendo en la casa familiar hasta su muerte en 1940.
En 1916, durante un largo permiso en la Primera Guerra Mundial, Erwin contrae matrimonio con Lucie Marie, pese a la oposición de la familia de la joven; en 1928 nacería el único hijo del matrimonio, Mannfred Rommel, que con los años llegaría a ser secretario de estado y alcalde de Stuttgart.
La participación de Rommel en la I Guerra Mundial puede considerarse exitosa, ya querecibe la Cruz de Hierro de Primera Clase en Enero de 1915 en Argonne. En Agosto de 1917 fue transferido al frente del Oeste y participó, entre otras acciones en los asaltos de Mone Cosna, en Rumanía y Caporetto, en Italia.
Ésa última acción, donde su estrategia le permitió capturar a 147 oficiales, 9.000 hombres y 81 cañones de distinto calibre, con apenas bajas propias y con una fuerza que apenas sumaban seis compañías, le supuso la más alta condecoración prusiana, la codiciada Pour le Mérite, y su ascenso a Capitán. En 1919 es finalmente trasladado a Friedrichshafen para comandar una compañía de seguridad interior, y tras ejercer como capitán hasta 1929, se le destina como instructor de infantería en una escuela en Dresde. De su participación en la primera guerra Mundial nos dejaría una de sus más celebres frases, a raíz de un encontronazo con cinco soldados franceses: “En combate cercano, la victoria es del que tiene una bala más en el cargador.” Trabajó como oficial instructor hasta que a principios de 1933 fue ascendido a comandante y puesto al mando del 3er batallón del 17º regimiento de infantería de montaña. El 15 de octubre de 1935, en plena política de rearme alemán, Rommel recibe el puesto de teniente coronel y es trasladado en calidad de instructor a la academia de guerra de Potsdam.
Fue en el año 1937 cuando Rommel escribe sus memorias y las une a los apuntes de sus batallas discutidas en sus instrucciones. También es en este año cuando publica el único libro que escribió en vida: Infanterie Greift An (La infantería ataca). Fue tal el éxito de esta obra castrense que en muy poco tiempo se repitieron las ediciones, se tradujo a varios idiomas y se convirtió en manual de lectura obligatoria en varias academias militares a lo largo y ancho del globo. El 9 de noviembre de 1938 recibió el cargo de director de la academia de guerra de Wiener Neustadt. Sin embargo, Hitler le seleccionó poco después para dirigir al Führerbegleitbataillon, su batallón de guardia personal. El 23 de agosto de 1939, Rommel es ascendido a general y es destinado al C.G. del Führer como jefe de seguridad.
Su participación en la Segunda Guerra Mundial
Pese a sus éxitos en la Primera Guerra Mundial, fue en la Segunda donde Erwin Rommel se forjaría su leyenda inmortal. Durante la invasión de Polonia, su cargo como jefe de seguridad del Fúhrer, le hizo tener una escasa intervención en la campaña, pero le dejó mucho tiempo para convivir con Hitler. Durante ese tiempo comprobó los rasgos que consideraba más positivos del carácter del Führer: seguridad en sí mismo, dotes de mando, gran capacidad de gestión y un acertado instinto. Destinado en breves ocasiones al frente de la corta campaña, a su final quedó de nuevo agregado al estado mayor de Hitler. En aquel tiempo, Adolf profesaba una gran simpatía al dinámico general que tan poco se parecía a los oficiales de ascendencia noble que tanto abundaban en el Estado Mayor General y a los que cada día despreciaba más. En una ocasión, durante una conversación casual le preguntó qué era lo que más le gustaría. Rommel tenía la respuesta más que pensada: “Quiero el mando de una división blindada.”
El 15 de febrero de 1940, sólo tres meses antes de la invasión de Francia y los Países Bajos, Hitler le concedió a Rommel el mando de la 7ª División Panzer, en Godesberg, reemplazando al hasta entonces general Georg Stumme. Inmediatamente puso manos a la obra y pasó los meses siguientes entrenando intensivamente con su nueva unidad, conociendo a sus oficiales y preparando a todos para el tipo de guerra que tenía intención de ejecutar. La 7ª División Panzer llegaría a ser conocida como la Gespenster-Division (la División Fantasma), debido a la capacidad de maniobra y velocidad que constantemente lograba, hasta el punto de que incluso el Alto Mando Alemán perdió en algunas ocasiones la pista de dónde se encontraba.
Durante su estancia en la División mostró sus cualidades como comandante de blindados, repeliendo de forma magistral un contraataque del ejército inglés en Arras y provocando un auténtico caos en las comunicaciones, suministros y las columnas de refuerzos aliadas atacando posiciones y líneas de comunicación en lugares que los aliados consideraban seguros y a muchos kilómetros del frente de guerra. El 10 de Junio, la División Fantasma alcanza el Canal de la Mancha y captura el estratégico puerto de Cherburgo en un golpe de mano que valió a Rommel el puesto de comandante de la Quinta División Ligera y de la 15ª División Panzer, enviadas a Libia a principios de 1941, y que formarían el famoso Afrika Korps, al frente del cual Rommel alcanzó su famoso sobrenombre
Durante gran parte de 1941, Rommel se dedicó a la reorganización de las desmoralizadas tropas italianas, que habían sufrido una serie de estrepitosas derrotas a manos de la Commonwealth británica. Sin embargo, lanzó un ataque que empujó a los aliados fuera de Libia, pero que no consiguió penetrar en Egipto y, sobre todo, dejó tras sus líneas el importante puerto de Tobruk que, aunque cercado por tierra por las tropas del Eje, resistía bajo las órdenes del australiano Leslie Morshead. No obstante, las operaciones aliadas Brevity y Battleaxe, organizadas por Archibald Wavell para levantar el cerco de Tobruk, fracasaron.
Tras el fracaso de Battleaxe, Wavell fue relevado por Claude Auchinleck, quien dispuso la Operación Crusader, ofensiva que permitió a los aliados reconquistar la Cirenaica. La respuesta de Rommel fue una Blitzkrieg (guerra relámpago) que flanqueó a los británicos en Gazala, reduciendo al grueso de las tropas en Bir Hakeim y que obligó a los británicos a retirarse, siendo ascendido a Mariscal de Campo. El 21 de junio de 1942, Tobruk, último obstáculo del Afica Korps, se rinde junto con sus 33.000 defensores. La ofensiva de Rommel fue finalmente detenida en la Primera Batalla de El Alamein, a sólo 100 km de Alejandría, debido a una combinación de factores que dispuso la batalla a favor de los Aliados. A pesar de ello, hizo falta una nueva gran ofensiva, que supuso la Segunda Batalla de El Alamein, para derrotar a las fuerzas del Eje y obligarlas a retirarse. Durante el resto de la campaña, la aparición de Ultra, una máquina que permitió descifrar las comunicaciones alemanas, fue determinante.
La retirada de El Alamein supuso la primera desautorización por parte de Hitler hacia Rommel: el Führer revocó la orden de retirada y ordenó al ejército alemán resistir hasta el último hombre en sus posiciones. A regañadientes, el Zorro del Desierto acató la orden y suspendió la retirada, aunque un día más tarde decidió insubordinarse y volvió a ordenar la retirada. Aunque Rommel nunca sufrió sanciones por ello, jamás volvería a confiar en el Führer.
Tras la derrota en El Alamein, las fuerzas de Rommel plantearon una estrategia de guerrilla y emboscada contra sus perseguidores y no volvieron a plantear una batalla campal hasta su llegada a Túnez, donde tuvieron que combatiral 2º Cuerpo Estadounidense, llegado durante la Operación Torch. Pese al duro revés inflingido a los americanos en Kasserine, las batallas contra el Octavo Ejército Británico en la antigua Línea Mareth significaron el final de la campaña para Erwin Rommel.
El 6 de marzo de 1943, tras librar una última batalla, Rommel fue evacuado. Cinco días después fue condecorado su Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes. Sus hombres se convertirían en prisioneros de guerra pocos meses después, bajo el mando de su sucesor, General von Armin. Tras su evacuación de Túnez, Rommel pasó un tiempo oculto en una villa solariega en Alemania, tras su infructuoso intento de persuadir a Hitler de la desesperada situación del Afrika Korps; su estancia en Alemania fue mantenida bajo secreto de Estado, ya que la propaganda oficial seguía hablando de él como si estuviese aún en el frente de África, para mantener la moral álgida.
Ante el creciente riesgo de invasión aliada del oeste de Europa, Hitler nombró a Rommel comandante del Grupo de Ejércitos B, responsable de defender la costa francesa. Sabiendo que disponía de pocos meses para prepararse, Rommel hizo lo posible por incrementar el ritmo de fortificación de la costa atlántica. Bajo su mando, el ritmo de trabajo se aceleró significativamente, se colocaron millones de minas y miles de trampas anti-tanque, así como obstáculos en las playas y los campos susceptibles de sufrir los desembarcos y avances aliados. Una de las máximas más reconocidas de Rommel, era que las minas eran las mejores de sus tropas: una mina bien colocada era más valiosa que tres soldados de infantería.
Pedía que los tanques deberían estar dispersos en pequeñas unidades y deberían mantenerse en posiciones bien fortificadas, situadas tan cerca del frente como fuese posible, de modo que no tuvieran que moverse demasiado y no se apelotonasen cuando comenzara la invasión, a fin de que la invasión fuera detenida en las playas. Sin embargo, su comandante Gerd von Rundstedt decidió que no era posible detener la invasión cerca de las playas debido a la enorme potencia de fuego de la flota aliada y pensó que los tanques deberían estar formados en grandes escuadrones tierra adentro, cerca de París, para contraatacar a los aliados cuando penetraran en territorio francés. Cuando se pidió a Hitler que eligiese un plan, no pudo decantarse por ningún plan y situó los tanques en un punto intermedio, demasiado cerca para von Rundstedt, pero demasiado lejos de Rommel para serle útiles.
Durante el Día D, bastantes tanques alemanes, sobre todo de la 12ª División Panzer SS, estuvieron cerca de las playas y crearon bastante caos en las tropas aliadas, pero la negativa de Hitler a liberar las reservas Panzer, pese a la aplastante superioridad numérica Aliada, sepultó los éxitos conseguidos y dejó a las playas en manos Aliadas.
Señales de Conspiración
Se ha hablado mucho acerca del papel que jugó Rommel en el el complot del 20 de julio de 1944 contra Adolf Hitler. Durante años, se ha debatido su importancia y su conocimiento de los hechos, y no se ha llegado a un punto claro. Sin embargo, sabemos fragmentos de lo que ocurrió en aquellos días:
Tras el desembarco de Normandía, Rommel ejercía su cargo visitando un cuartel general tras otro a fin de coordinar directamente las acciones de cada jefe. El 17 de julio de 1944 visitó por la mañana los cuarteles generales de las divisiones de infantería 276ª y 277ª. Al mediodía se reunió con Sepp Dietrich en el cuartel general del 2º Cuerpo de ejército blindado de las SS y hacia las cuatro de la tarde se encaminó de vuelta a su propio cuartel general. A pesar de evitar las carreteras principales su coche fue ametrallado por una pareja de Spitfires de la RAF ; una de las ráfagas hirió a su conductor, hizo que el automóvil se estrellara fuera de la carretera, quedando boca abajo en un canal de riego cercano. Rommel salió despedido del vehículo y quedó tendido en el centro de la carretera, inconsciente con graves heridas. Los sucesivos doctores que le fueron atendiendo se mostraban muy pesimistas en cuanto a sus expectativas de supervivencia. La mayor parte del tiempo estaba inconsciente. Se despertaba de forma esporádica, pero era incapaz de moverse y apenas lograba articular palabras
Por tanto, cuando tres días después el coronel von Stauffenberg atentaba contra Hitler mediante un artefacto explosivo, Rommel se debatía entre la vida y la muerte en una sala de operaciones. Fue el Dr. Esch, uno de los mejores neurocirujanos de Alemania quien intentó reconstruir su destrozada cabeza, con sorprendente éxito: Rommel se quedó con el ojo izquierdo totalmente cerrado, completamente sordo del oído izquierdo y con terribles jaquecas transitorias, pero vivo.
Dos días antes de este accidente, Rommel había entregado al sustituto de von Rundstedt una versión ampliada y actualizada de su informe anterior, pidiendo que fuera remitido de inmediato al Führer. En dicho informe llegaba a las mismas conclusiones que en el anterior: la guerra en el Oeste no podía ganarse militarmente de ninguna forma, y sugería que se llegase a un cese inmediato de las hostilidades con los Aliados a fin de poder concentrarse en el frente oriental, quizá incluso sugiriendo una alianza conjunta contra la URSS. Von Kluge envió este informe días después del accidente, aumentando los rumores contra Rommel. Sin embargo, es evidente que las dos piezas claves del complot, Carl Friedrich Goerdler y el Generaloberst Ludwig Beck, habían puesto sus ojos en Rommel para que les apoyara. Necesitaban desesperadamente una figura mediática que pudiera contrarrestar ante al pueblo alemán la sombra de cualquiera de los lugartenientes de Hitler que intentara ocupar su lugar, y también les hacía falta un militar de prestigio y alto rango que pudiera unir bajo su mando al ejército, enfrentándose a las SS si fuera necesario y no había nadie que cumpliera esos requisitos mejor que Erwin Rommel, que se había convertido en el personaje más popular en Alemania después del propio Hitler.
Los conspiradores tenían dos importantes contactos con Rommel: uno era Karl Strolin, alcalde permanente de Stuttgart y antiguo amigo y camarada de armas de Rommel y el Generalleutnant Hans Speidel, jefe de estado mayor de Rommel en Francia. Tanto Strolin como Speidel, afirmaron que los conspiradores tenían reservado el papel de presidente en funciones para Rommel, y que el Mariscal de Campo no tenía conocimiento de qué papel se le reservaba en el complot.
Sin embargo, las diversas fuentes mantienen diferentes versiones en cuanto a las intenciones de Rommel y qué curso de acción apoyaba. Strolin afirmaba que Rommel desconocía la intención de asesinar al Führer mientras Speidel contaba que Rommel sabía que se pretendía matar a Hitler y que se mostraba contrario para poder juzgarle. La esposa de Rommel, Lucie, afirmó en varias ocasiones que su desaprobaba terminantemente el intento de asesinato y estaba a favor de capturar y deponer a Hitler para que fuera sometido a juicio. El almirante Friedrich Ruge, sin embargo, dijo que tenía fuentes que le habían comunicado que Rommel estaba en contra de asesinar a Hitler para evitar convertirlo en un mártir.
Tras el atentado, los interrogatorios y detenciones implicaron de forma ambigua a Rommel, sin embargo nunca se encontró nunca prueba de que estuviera implicado en el atentado, tal y como afirmaron los propios conspiradores.
Rommel pasó la convalecencia del accidente en su casa, con su hijo y su esposa, un ordenanza y el capitán Aldinger y un ordenanza, así como un servicio de centinela durante los primeros días, inexplicablemente retirado por una orden de altas instancias; Erwin aseguraba que hacía ya meses que sus enemigos en el Alto Estado Mayor confabulaban en su contra, pero fue con la detención de Speidel por la Gestado que Rommel empezó a pasear con la pistola de servicio en el bolsillo. En una ocasión, durante uno de sus paseos diarios, hizo notar a su hijo Mannfred que hacía días que estaban bajo vigilancia. Conocidos de los Rommel les informaron en varias ocasiones de la presencia de desconocidos rondando su casa y haciendo preguntas incómodas entre los vecinos. El 7 de octubre se le ordena a Rommel que acuda el día 10 a Berlín para una entrevista, aunque Rommel se niega alegando seguir consejos médicos, aunque confesó a su hijo temer que no llegaría con vida a Berlín si iniciaba el viaje.
El 13 de Octubre el Cuartel General Central pone en conocimiento de Rommel que el día 14 recibirá la visita de los generales Wilhelm Burgdorf y Ernst Maisel, del estado mayor general. Nadie sabe qué dijeron en realidad los dos generales mientras conversaban a solas con Rommel, pero cuando ambos generales salieron de la casa, Rommel se dirigió a la habitación de su esposa, donde conversó con ella durante unos momentos. Lucie Rommel declaró que las palabras de su marido fueron: “Vengo a despedirme. Dentro de un cuarto de hora estaré muerto. Sospechan que tomé parte en el intento de asesinar a Hitler. Al parecer, mi nombre estaba en una lista hecha por Goerdeler en la que se me consideraba futuro presidente del Reich… Jamás he visto a Goerdeler… Ellos dicen que von Stülpnagel, Speidel y von Hofacker me han denunciado. Es el mismo método que emplean siempre. Les he contestado que es mentira, pero aún así el Führer me da a elegir entre el veneno o ser juzgado por el tribunal popular.”
Esas palabras fueron confirmadas por Aldinger y por su hijo, quienes declaran que también les contó lo mismo, ya que según Burgdof y Maisel el teléfono estaba cortado para evitar que pidieran ayuda a unidades militares y las calles estaban cortadas por patrullas de las SS, amenazándole con tomar represalias contra su familia y su Estado Mayor si no se suicidaba, ocultando que era un suicidio ordenado so pena de ejecutar por traición a su familia y amigos si desvelaban el secreto. Tras esto, subió al coche donde le esperaban Burgdorf y Maisel. Según declararon posteriormente tanto Maisel como el chófer del vehículo, se dirigieron por la carretera en dirección a Ulm durante unos minutos. Luego Burgdorf les ordenó parar en el arcén y salir ambos a caminar por la carretera, alejándose del coche, mientras él se quedaba dentro con el mariscal. Al cabo de unos minutos Burgdorf salió también y les llamó. Al acercarse, declararon haber visto a Rommel encorvado y tendido en el asiento trasero, con la gorra y el bastón de mariscal en el suelo del vehículo, agonizando. Media hora después, Aldinger recibía la noticia de que Rommel había sufrido un derrame cerebral fatal. Llevado el cadáver al hospital de Ulm, se prohibió realizarle la autopsia.Tras el velatorio, el cadáver fue incinerado y las cenizas enterradas en Herrlingen tras un funeral de estado el 18 de octubre y la declaración de un día de luto nacional, en el que llegaron notas de pésame de toda Alemania; incluso Himmler hizo llegar a la viuda de Rommel una nota en la que declaraba conocer los detalles de la muerte de su marido y afirmaba estar totalmente horrorizado por lo ocurrido, añadiendo que nunca se habría prestado a algo semejante.
Burgdorf murió durante la caída de Berlin. Maisel, sin embargo, sobrevivió a la guerra, sufrió el correspondiente juicio de desnazificación y quedó en libertad en 1949. Durante el juicio declaró la realidad de la muerte de Rommel, confirmada entonces públicamente por su viuda, su hijo y Aldinger, que causó un gran revuelo en la opinión pública y una gran furia entre los veteranos que habían servido con Rommel.
El carácter de Rommel era, según su familia y amigos calmado, respetuoso, realista, y poco dado a los grandes aspavientos. Pecaba de tacaño, era aficionado a la mecánica, a las motocicletas, al campo, al montañismo, al remo, al esquí… Se decía que él que no tenía más interés en su vida que su profesión y su familia, y según nos dice la historia, tenía un marcado sentido del humor y solía bromear con los soldados al mezclarse con la tropa básica.
Schmidt, ayudante de Rommel y autor de “Con Rommel en el desierto”, siempre defendió que el Zorro del Desierto era un hombre que inspiraba confianza, seguridad y lealtad en sus subordinados, y que sus oficiales le tenían tal respeto que jamás ponían en duda el genio estratégico de Rommel. Se le tenía por un jefe exigente y rígido, pero responsable y cercano, actitud que le granjeó el cariño de la tropa que estuvo bajo sus órdenes. Su origen burgués y su incomprensión de las costumbres de los oficiales del Estado Mayor de origen noble le acabó ganando su enemistad.
Fue uno de los generales que mejor entendió y asumió el concepto de Blitzkrieg, o guerra relámpago, ya que el asalto por sorpresa y la rapidez de decisión requeridos por una guerra ofensiva, eran la base de su estrategia. Basta ver sus acciones de guerra en la Primera Guerra Mundial para darse cuenta de que durante las campañas de la Segunda no hizo más que repetir los mismos conceptos que en la Primera, con mejor material y mayores efectivos: en cierto modo, Rommel fue un adelantado a sus tiempos.
A nivel táctico más que estratégico era un líder sin igual, dotado de lo que los alemanes llamaron Fingerspitzengefühl: una intuición táctica, la capacidad de escuchar al terreno, de leerlo, tanto a simple vista como mediante un mapa, anticipándose a los planes del adversario Circulan multitud de anécdotas sobre esa capacidad casi sobrenatural, relatadas por parte de veteranos que coincidieron con él. Según el capitán Hartmann, camarada de Rommel en el frente italiano en su división se decía que “el frente está donde esté Rommel”.
Se le consideraba de trato humilde y directo. Detallaba todos sus planes de forma metódica y concisa, trasmitiéndolos de forma didáctica. Tenía tendencia a tomar directamente el control de las operaciones cuando lo creía necesario; siendo ya mariscal de campo, todavía no era raro verle al mando de un batallón liderando un avance. Esa actitud mejoraba su relación con la tropa, que admiraba su ejemplo pero fue visto varias veces como una intromisión por parte de oficiales temporalmente desplazados.
A pesar de esa humildad, Rommel se hizo conocido tanto por sus propias tropas como por sus enemigos. Lo extraordinario de sus logros, unido a su sentido del honor, llevó al mariscal Sir Claude Auchinleck a emitir, en 1941, una orden en la que exhortaba a todos los oficiales del cuerpo expedicionario británico en Oriente Medio a no referirse nunca a Rommel para evitar que aumentara su fama. Llegó a ser tan admirado que en su traslado a Francia muchos admiradores, incluso entre la población civil, le pedían autógrafos y fotos dedicadas, y gustaban de saludarle o poder estrechar su mano.
Durante toda su vida fue defensor del concepto de que los militares no debían inmiscuirse en política, y de hecho no tuvo contacto con el partido nazi en toda su carrera, aunque fue requerido en varias ocasiones a que se diera de alta en el mismo. Nos dice su esposa que sólo en una ocasión recuerda haber oído a su marido hablar de los nazis antes de 1939, y fue para decir que “parecen una banda de matones callejeros. Es una lástima que Hitler tenga que verse asociado con ellos”; y es que como ya dijmos anteriormente, Rommel admiraba a Hitler por sus cualidades como líder hasta que los sucesos que provocaron el derrumbe del Afrika Korps en 1942 causó que criticara su falta de visión estratégica, hasta que a finales de 1943 de disolvió, por completo, la imagen que había creado del líder alemán.
Comentarios
en el campo de batalla