Hang Mioku (O como se puede llegar a la locura por la belleza fisica)

Es coreana, tiene 48 años y luego de someterse a cientos de operaciones en su rostro durante dos décadas, en un acto de locura, se inyectó en su cara aceite de cocina. Hoy, le dicen cruelmente “la mujer ventilador” por el gran tamaño de su cara en comparación con el resto de su cuerpo.
Parece de cuento de terror, pero es la cruda realidad. Una coreana llamada Hang Mioku de 48 años, enceguecida por su adicción a las cirugías plásticas, decidió inyectarse en la cara aceite de cocinar.
Incluso de acuerdo a los informes entregados por la prensa, la mujer ha quedado tan desfigurada que ni su propia familia la puede reconocer.
¿Cómo es posible que una persona llegue a estos extremos tan sólo por sus ganas de cambiar su aspecto físico?
Según ha revelado la prensa, Hang Mioku, motivada por su afán de mejorar su aspecto físico, se realizó su primera cirugía a los 28 años. En esta primera incursión en el pabellón quedó bastante satisfecha, sin embargo, pensó que podía quedar un poquitito mejor.
Fue así que comenzó a obsesionarse con las cirugías plásticas, si bien vivía en Corea, decidió viajar a Japón para someterse a otras operaciones estéticas, principalmente en su cara, donde residía su mayor complejo.
Tras operación y operación, su cara comenzó a cambiar y a desfigurarse, no obstante, ella sentía que estaba cada vez más bella.
Fue así que los médicos cirujanos comenzaron a negarse a seguir operándola y le sugirieron que su adicción a las operaciones podían ser síntomas de un gran trastorno sicológico, por lo que le recomendaron tratarse.
Sin embargo, Hang encontró que este tratamiento era demasiado costoso, por lo que decidió obviarlo y seguir realizándose cirugías plásticas.
Cuando esta mujer retornó a Corea, sus padres quedaron absolutamente impactados, ya que su cara estaba irreconocible.
Pero a Hang no le importaba lo que dijeran lo demás, por lo que después de acudir a varias consultas médicas – donde no accedían a seguir operándola – finalmente encontró a un médico inescrupuloso que estuvo dispuesto a inyectarle silicona y lo que es más escandaloso, a darle una jeringa para que ella sola se inyectara silicona.
Fue así que Hang continuó inyectándose, pero una vez que se le acabó la silicona, desesperada, no encontró nada mejor que inyectarse aceite de cocina en su cara, algo que la terminó por desfigurar aún más.
Su caso comenzó a ser conocido por los vecinos, incluso, según se cuenta, algunos niños del barrio la apodaban “el ventilador”, por el enorme tamaño de su cara en comparación con su pequeño cuerpo.

Más tarde, caso llegó hasta la televisión coreana y fue tanto el impacto que causó su historia que muchos televidentes mandaron donaciones en dinero para que ella fuera a realizarse otra cirugía, pero esta vez para reducir el tamaño de su cara.
Fue así que esta mujer efectivamente se sometió a esta operación, según se ha informado, los cirujanos removieron grandes cantidades de silicona tanto de su cara como de su cuello.
Y si bien, se logró reducir el tamaño de su rostro, debido al gran daño que ella se había ocasionado, siguió desfigurada y llena de cicatrices.
El caso de Hang ha servido para que en Corea se abra un debate acerca de las adicciones de las cirugías plásticas. Hoy, esta mujer de 48 años, ha dicho que se da cuenta de todo el daño que ha hecho y que le gustaría volver a tener su cara original, algo que ya es prácticamente imposible.




Comentarios

Entradas populares