Antuco, a seis años de la peor tragedia militar en tiempos de paz

Un memorial en las faldas del volcán Antuco, región del Biobío, recuerda hoy la peor tragedia sufrida por el Ejército de Chile en tiempos de paz.
El lugar de reflexión se ubica a las orillas del lago Laja, misma zona donde 44 conscriptos y un sargento perdieron la vida durante una marcha en la cordillera, bajo el temido "viento blanco".
Seis años han pasado desde que el 18 de mayo de 2005 las compañías del Regimiento N°17 de Los Ángeles realizaron la mortal caminata de 24 kilómetros bajo la nieve entre los refugios Mariscal Alcázar, en el sector de Los Barros, y La Cortina, bordeando el volcán Antuco.
Lo que vino a continuación fue desesperanza y dolor. Mientras el Ejército, bajo el mando del entonces comandante general Juan Emilio Cheyre, establecía en La Cortina el centro de operaciones para el rescate de las víctimas, en Los Ángeles, los familiares realizaban velatones y trataban de llegar, infructuosamente, hasta el lugar de la tragedia.
Civiles del Club de Esquí de Los Ángeles prestaron la primera ayuda con el uso de máquinas pisa nieve y motos para que los rescatistas recorrieran la zona donde había más de 30 desaparecidos.
Con varas metálicas fueron encontrados los soldados enterrados bajo la nieve. El último en ser hallado fue Silverio Amador Avendaño Huilipán, de 18 años, un mes y medio después de la tragedia.
Una vez cerrado el rescate, el dolor pasó a los tribunales. La Corte Marcial designó como ministro en visita al coronel de justicia del Ejército, Juan Arab, para hacerse cargo de la investigación, la cual dio a conocer detalles reveladores de las causas de la tragedia, como que los conscriptos no utilizaban la ropa adecuada para una instrucción en la alta montaña.
Los propios soldados sobrevivientes se encargaron de contar detalles inaceptables, como la acusación que realizó el ex soldado Javier Aguilera Poblete, quien aseguró que "vi botellas de pisco. Hacían fiestas allá arriba, en los refugios".
"Para mí Antuco es más que un relato, es mi vida, marcó un antes y un después", relató el también sobreviviente Rodrigo Morales.
Las condenas fueron dictadas en febrero de 2006, pero las familias de las víctimas siguieron su propio camino en búsqueda de una indemnización. Nueve de ellas interpusieron una demanda por $5.100 millones de pesos contra el Estado, mientras otro grupo alcanzó un acuerto extrajudicial con el Consejo de Defensa del Estado.
Ni las condenas judiciales ni las indemnizaciones taparán la tragedia ni sus efectos. El dolor de las familias por los 45 soldados muertos permanecerá por siempre. Para los sobrevivientes, el consuelo está en tener una nueva oportunidad, aunque las dolencias no son sólo físicas, sino también sicológicas. Algunos incluso intentaron suicidarse tras la experiencia vivida.
Y para el Ejército la tragedia quedará grabada en la historia como una mancha y un dolor muy difíciles de superar.

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