Perú: Aprendiendo a golpes

No les parece insólito cómo los seres humanos necesitemos de una catástrofe para obtener lecciones de futuro?
Tomen como ejemplo a aquel lujoso transatlántico que, hacia 1912, surcaba las frías aguas del mar del norte. El barco estaba considerado uno de los más modernos e impresionantes del mundo y así, por suponerlo inhundible (ha-ha) su firma propietaria lo había “adornado” con apenas 16 botes salvavidas… capaces de auxiliar sólo al 50% de sus 2.200 pasajeros.
Su nombre era Titanic. Dudo que sea necesario concluir la historia.
Que gracias a este infame naufragio (lamento si le arruiné a alguien el final de la película), que las normas internacionales se modificaron para procurar que todo barco lleve tantas plazas en sus botes como personas viajen a bordo, entre otras tantas medidas de seguridad que hoy son de perogrullo.
Pero claro, tuvieron que morir 1500 personas para adoptarlas.
Vamos ahora, 95 años más tarde, al destructivo terremoto que este miércoles asoló el sur del Perú, dejando un saldo que ya supera los 500 muertos y 1600 heridos.
Sobra decir que con un sismo es mucho más difícil lidiar que con un naufragio -y más en países pobres en vías de desarrollo como los nuestros- pero fuera de los imponderables, algo huele -o más bien dicho- se oye mal en esta tragedia.
Como informan la prensa y blogósfera peruanas, a sólo minutos de la sacudida las líneas telefónicas fijas y móviles se vieron colapsadas rápidamente, haciendo imposible que la gente se comunicara.
Peor aún: tanto los servicios de emergencia como los medios de prensa y hasta las propias autoridades quedaron desconectadas durante horas, entorpeciendo su labor. Como muestra, el coronel Octavio Salazar, jefe policial de Lima, tuvo que utilizar las instalaciones de una radio comercial para comunicarse con el personal uniformado… debido a que sus equipos no funcionaban.
La situación hirvió a tal punto, que el presidente peruano Alan García anunció una investigación a las empresas de telefonía, para saber por qué la infraestructura de telecomunicaciones del país fue incapaz de soportar la demanda de una emergencia que es previsible en estas latitudes.
Según el periodista Paco Bardales, la viceministra de transportes Cayetana Aljovín no se quedó ahí y acusó que los problemas en telefonía del país “no son de hoy”, sino que las deficiencias ya se resentían desde hace tiempo, sobre todo en el servicio celular.
Y es aquí donde quería llegar, porque si bien es comprensible que ante un siniestro de estas dimensiones se interrumpan los servicios básicos, no es admisible que un medio inalámbrico como la telefonía móvil permanezca saturada durante horas mientras -curiosamente- la conexión a Internet nunca se perdió… e incluso la telefonía fija ya había sido restituida.
Ese miércoles, en medio del caos, Carlos Oviedo, gerente de comunicaciones de la principal acusada -Telefónica del Perú- explicó que se desconocían las razones por las que las líneas colapsaron.
Creo que yo puedo darle una manito…
El que mucho abarca, poco aprieta
De hecho lo supe años atrás, cuando un especial de CNN en Español sobre conectividad destacaba que las deficiencias en la calidad de nuestras comunicaciones -digamos, telefonía e Internet- se debía a una razón muy simple: en Latinoamérica, la infraestructura está sobresaturada.
Y es que en nuestra Región las empresas tienen una razón más fuerte que el simple fin de lucro para vender más butacas de las que tienen disponibles.
Sucede que como nuestras economías son mucho menores que las de Estados Unidos, Europa o Asia, también podemos pagar mucho menos por los servicios, por lo que 1) los operadores restringen al mínimo su inversión para recuperarla y obtener beneficios; y 2) deben subsidiar fuertemente equipos como los teléfonos móviles, pudiendo recortar hasta 200 dólares por unidad.
O sea, si regresamos al Titanic nosotros somos pasajeros de 3º clase.
(¿Les conté que un 75% de ellos se ahogaron?).
Aquí nadie se puede hacer el loco. Sin contar lo fácil que es encontrar reclamos contra las operadoras de telefonía celular en toda América Latina, la propia viceministra Aljovín destacaba hace menos de un mes que el explosivo número de usuarios en Perú -10 millones en un país con 27 millones de habitantes- estaba gatillando la saturación del servicio.
Paco Bardales es lapidario:
La ineptitud, como indica Aljovin, no es de ahora porque en esta ciudad es casi imposible tener un servicio normal en el celular, porque aproximadamente el 50% (sino más) de las llamadas que se hacen desde/hacia un Movistar se pierden o tienen deficiencias en la comunicación.
¿Les suena conocido? Debe ser porque justo hace un año, 22 diputados chilenos adhirieron a una demanda que buscaba sancionar a Movistar con 260 millones de dólares por sus notables deficiencias en el servicio (nadie me lo contó… lo sufrí en experiencia propia). Como dice La Nación:
El diputado Montes apuntó que Movistar concentra el 45.6% del mercado de telefonía celular y que los mayores problemas en el servicio se produjeron justamente luego de la fusión de Bellsouth y Telefónica Móviles, agregando que la empresa tiene “enormes utilidades” sin que se refleje una inversión adecuada en prestar un servicio de calidad.
(Hasta donde sé, la demanda se diluyó en la dimensión desconocida).
Lo más preocupante es que en Chile somos aún más adeptos al celular. Actualmente 12.8 de nuestros 15 millones de habitantes tienen un teléfono móvil y se calcula que para 2010 habrán más equipos que chilenos. Es decir, si hoy es difícil comunicarse, imagínenlo dentro de 3 años más.
Y si bien la jugada del presidente García es la típica maniobra para desvíar la rabia y frustración de la gente hacia un blanco que no sea el gobierno, nada exime -ni al sector público ni al privado- de carecer de un medio de comunicación alternativo que permita a los servicios de emergencia coordinarse durante una catástrofe.
Por cierto, ¿cómo andamos por casa?
¿Aló, Onemi?
Preocupado de que repitamos el mismo numerito sólo para lamentarnos cuenta cuando medio Chile esté en el suelo, me encaminé a preguntar directamente a nuestra Oficina Nacional de Emergencias (Onemi) en qué situación están nuestros servicios de socorro.
Tras descubrir que en provincias las emergencias sólo se presentan en horario de oficina (se ruega a los terremotos volver al día siguiente antes de las 17:20 de la tarde), decidí probar suerte con la central de la Onemi en Santiago.
Por fortuna esta vez la capacidad de comunicación de la repartición me dejó asombrado, porque luego de explicar mi inquietud a la operadora de turno acabé hablando… ¡con la Directora Nacional!
(Y no es broma)
Según me contó Carmen Fernández, en Chile la situación es muy distinta a la de Perú puesto que la Onemi está coordinada con todas sus sedes regionales a través de sistemas de radio de alta frecuencia, al igual que con los principales servicios de rescate.
De todas formas, reconoció que sólo algunas de nuestras Regiones cuentan con redes de radio internas -para coordinarse en el caso de una emergencia provincial- pero que esto debería subsanarse hacia el próximo año. “Sólo espero que nos aprueben el presupuesto”, señaló.
(Yo también, se lo aseguro).
Como prueba de su capacidad de comunicación, recordó que durante el terremoto del Norte Grande en 2005, en ningún momento se perdió contacto con las zonas afectadas, gracias a que disponen incluso de equipos satelitales cuando es necesario.
“Además, ahora estamos implementando un plan piloto en la Araucanía para crear una red de comunicación ciudadana, especialmente porque esas zonas quedan aisladas en invierno”, se marqueteó toda chocha (como desembucharía La Cuarta).
(Debo reconocer que Carmen Fernández es bien simpática, pese a su voz perpetuamente cansada — sospecho que esta señora no duerme).
Si bien esta charla con la Onemi me tranquilizó, ahora es más imprescindible que nunca que la Subtel tome del cuello a los operadores de telefonía celular y averigüe no cuántos son sus usuarios -5,5 millones de Movistar, 5 millones de EntelPCS y 2 millones más de Claro- sino cuántos realmente pueden atender, para calcular su rango de sobredemanda.
Mientras esos datos no se aclaren -y se nos brinde de paso un mejor servicio- los ciudadanos estaremos a merced de los colapsos telefónicos justo en la hora que más los necesitamos: cuando se trata de nuestros seres queridos.
No sea que nos pillen como al Titanic. Sin suficientes botes salvavidas.
Y sobre todo, un fuerte abrazo a nuestros hermanos peruanos en este triste momento. Su dolor es el nuestro. Compatriotas: recuerden que pueden hacer sus aportes a la Cruz Roja en la cuenta 292222 de BancoEstado, o a través del sitio Web de Falabella o en el teléfono 600 390 6500. Recuerden que también las hemos visto negras así que… ¡no hay excusas!
El Francotirador

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