Investigación en selva del Amazonas confunde a científicos

Julio Tota se para en lo alto de una torre de acero de 60 metros, en el corazón de la selva del Amazonas, para observar el comportamiento de las corrientes de aire por encima de un inmenso mar verde, formado por las copas de los árboles, que se extienden hasta donde alcanza la vista.
Estas oleadas de niebla muestran a Tota, investigador del Experimento de Gran Escala sobre la Biosfera y la Atmósfera, la forma en que los llamados gases de invernadero, emitidos por el material orgánico en descomposición dentro de la selva, no se elevan directamente hacia la atmósfera, como suponían los científicos.
En vez de ello quedan suspendidos y revolotean, algo que confunde a los científicos, quienes tratan de descifrar los secretos del bosque tropical más grande que queda en el mundo.
"Lo que hemos aprendido es que el bosque húmedo del Amazonas es mucho más frágil y complejo de lo que habíamos imaginado", dijo Tota. "Mi investigación es muy específica: Busca mostrar por qué todas nuestras mediciones son probablemente erróneas".
El experimento, encabezado por brasileños pero con financiación de la NASA y la Unión Europea, tiene 15 puestos de observación emplazados sobre una zona de selva tropical más grande que Europa. Su meta es emitir los mejores argumentos científicos sobre por qué el bosque es importante para reducir el cambio climático.
Pero mientras se acerca a su fin la primera etapa del experimento, que tiene un costo de 100 millones de dólares, los investigadores reconocen que los datos han generado más preguntas que respuestas.
Ahora, los científicos pueden afirmar con certeza que el Amazonas no es ni el pulmón ni el sistema de aire acondicionado del planeta. Los vapores del bosque atrapan también el calor, al reflejar la luz de vuelta a la Tierra, de un modo semejante al observado con los gases de invernadero

Pero varias preguntas fundamentales siguen sin respuesta: ¿Funciona el Amazonas como un sistema que absorbe el anhídrido carbónico o es en realidad una fuente de esos gases, principalmente debido a la deforestación y a la combustión, que han devorado un promedio de 20.000 kilómetros cuadrados de la selva en la última década?
Los científicos tampoco pueden predecir con mucha precisión cómo afectaría la destrucción del Amazonas los patrones globales del clima, aunque ello llevaría casi seguramente a condiciones más secas en el mundo. Simulaciones por computadora sugieren que esto causaría sequías en zonas tan lejanas como los principales territorios productores de cereales en Estados Unidos.
Las respuestas han cobrado un carácter urgente, a medida que se vuelven más evidentes los efectos del calentamiento global. Nuevos estudios sugieren que el bosque tropical podría acercarse a un punto crítico en que las condiciones más secas, provocadas por la deforestación, reducirían las lluvias lo suficiente para transformar la selva húmeda en una sabana gigante.
Si se conserva el 80% del Amazonas que existe aún, ello limitaría los efectos de las emisiones de gases invernadero. Si se destruye, ello aceleraría casi seguramente el recalentamiento global, al emitir hacia la atmósfera 100.000 millones de toneladas de anhídrido carbónico, casi lo que genera todo el mundo en diez años.
"Si uno talase todos los bosques tropicales del mundo, aumentaría en 25% las concentraciones de CO2", advirtió Carlos Alberto Nobre, presidente de la junta de la Comisión Científica sobre los Programas Internacionales de la Geósfera y la Biosfera. "Es importante mantener intactos los bosques, porque estamos en una crisis de calentamiento global y resulta importante no alcanzar el punto crítico del que ya no podamos regresar".
La deforestación y la quema en el Amazonas emiten ya unos 400 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera cada año, y representan entre 60 y 80% de las emisiones de gases invernadero por parte de Brasil.
Si sólo se toman en cuenta los combustibles fósiles, Brasil figura cerca del decimotercer sitio en términos de emisiones de gases invernaderos, pero cuando se incluye la destrucción de la selva tropical, el país asciende a entre el cuarto y el sexto entre las naciones emisoras, dependiendo de la tasa anual de deforestación.
Cada hectárea de bosque lluvioso que sigue intacta saca de la atmósfera entre 0,1 y 0,6 toneladas de anhídrido carbónico al año, mediante el proceso de fotosíntesis.
La siguiente fase del experimento, que involucrará dos aviones para medir las emisiones a mayores alturas en la atmósfera, busca aclarar definitivamente si el Amazonas absorbe más anhídrido carbónico del que produce.
Vista desde arriba, la selva parece una alfombra verde casi uniforme, que se extiende 7 millones de kilómetros cuadrados, por nueve países. Pero en realidad alberga una amplia gama de distintos ecosistemas y microclimas.
Por ello, otra meta del experimento busca ayudar en el diseño de modelos adecuados de desarrollo para cada microrregión, desde moderar la tala hasta fomentar la fruticultura y cosechar de manera controlada los productos del bosque, como hule, cacao, frutos, cosméticos y fármacos.
"Analizamos qué significa todo esto para la perspectiva de sustentabilidad del Amazonas, y cómo podemos informar mejor a los encargados de tomar decisiones, sobre la productividad sustentable y el uso de la tierra", dijo Diane Wickland, coordinadora del Programa de Ecología Terrestre de la NASA.
El experimento ha aportado ya algunas conclusiones inquietantes, dijo Wickland. Una importante es que la tala selectiva tiene tanto impacto sobre el equilibrio carbónico como la práctica indiscriminada, lo que genera dudas sobre la capacidad de una industria forestal consciente para salvar la selva.
"Después de Bali (sede de la cumbre climática del año pasado), es esencial que Brasil estructure una reducción decidida en la deforestación, con metas bien establecidas", dijo Paulo Artaxo, profesor de física ambiental en la Universidad de Sao Paulo.
"No existe una forma barata de reducir las emisiones, salvo controlar la deforestación", añadió.

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