Las sorprendentes historias de niños en las aulas universitarias

Desde el 2000 las universidades chilenas han matriculado a cuatro alumnos menores de 16 años en sus carreras, niños talentosos que terminaron el colegio en tiempo récord y que se están adaptando a la vida universitaria intentando mantener en secreto su condición de superdotados.

Cuando Esther Silva tenía tres meses, sus abuelos decidieron entretenerla colocándola frente al televisor. El programa, un espectáculo de flamenco, podría servirle de distracción. Pero la sorpresa vino cuando notaron que la pequeña levantaba sus brazos e imitaba los movimientos del baile. Ahí comprendieron que era especial. Poco después de cumplir un año, solía ya expresarse con oraciones completas como "¿Por qué no me dan un poco de agua?".
A los cinco años llegó con su muñeca bajo el brazo para matricularse en quinto básico en un colegio particular de Puente Alto: "Me adelanté porque al año y medio entré al Instituto de Superdotados, donde hice dos cursos en uno y llegué hasta cuarto básico", cuenta Esther, que a los 15 años cursa el segundo semestre de Ingeniería de Ejecución en Minas de la U. de Santiago, donde ingresó con 680 puntos tras rendir la PSU por segunda vez.
Es una de los dos universitarios menores de 16 que están matriculadas en planteles chilenos. La U. Católica del Norte registró en 2002 una alumna de 15 en periodismo y otro de 16 en arquitectura el año 2005, pero ninguno de los dos terminó sus estudios y se les perdió la pista.
Asumir la edad
Pese a su talento, la vida escolar de Esther no fue fácil. Debido a cambios de casa tuvo que justificar en varios colegios que era capaz de integrarse en cursos superiores a pesar de su corta edad. Finalmente entró al Internado Nacional Femenino, donde egresó a los 13 con promedio 5,4. "En primero y segundo medio (a los 10 años) conocí el carrete y me dio la edad del pavo. La mayoría cree que los superdotados se sacan puros sietes. Si fuera en el curso que corresponde los tendría".
Adaptarse al ritmo universitario ha sido más sencillo que sobrevivir al colegio, donde algunos profesores no perdían la oportunidad de llamarle la atención: "Si yo no entendía algo, ellos decían 'es que ella es chica y no entiende' o 'saquemos al pizarrón a la superdotada, que lo sabe todo'".
El acoso por el talento es uno de los problemas que deben enfrentar estos niños. "Los docentes tienden a tener una relación muy poco pedagógica con aquellos que están por encima de la media. Tienden a descalificarlos o a ignorarlos, porque no asumen que están enseñando algo que el niño ya sabe", explica la psicóloga de la UC, Malva Villalón.
En la Usach, los profesores no saben de la corta edad de Esther y muchos de sus compañeros tampoco. Ella no oculta sus 15, pero si no se lo preguntan lo mantiene en reserva. Más extremo es el caso del segundo universitario chileno que actualmente está matriculado en la educación superior, quien ha optado por no contar su historia pues nadie en su plantel sabe su verdadera edad y miente cada vez que se la preguntan por temor a las burlas o a convertirse en un "bicho raro". "Estos niños hacen un enorme sacrificio para desarrollar su talento. Ocultar la edad es un recurso defensivo", dice Villalón.

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